Las funciones ejecutivas son como el director de orquesta del cerebro;
se encargan de asegurar que las cosas se realicen, desde la etapa de
planificación de un trabajo hasta su finalización. El niño presenta ya
funciones ejecutivas desde el primer año de vida, pero es en la edad escolar
cuando se hacen evidentes, ya que coincide con el periodo de mayor desarrollo
de estas funciones. Un adecuado desarrollo de las funciones ejecutivas nos
permite anticipar situaciones, planear e iniciar actividades, elegir, autorregularnos,
seleccionar adecuadamente comportamientos y conductas, ser flexibles,
organizarnos en el tiempo y en el espacio, solucionar problemas, focalizar y
sostener la atención.
Cuando existen dificultades con la función ejecutiva, cualquier tarea de
cierta complejidad se convierte para el niño en un desafío de grandes
proporciones. Son signos y síntomas de déficits en la función ejecutiva la
impulsividad, desorganización, escasa memoria de trabajo, inatención, falta de
autorregulación comportamental, dependencia ambiental, deficiencias meta
cognitivas que se dan en TEA, TDA-H.